viernes, 28 de agosto de 2015

Algo Coloquial

Articulo tomado de: http://www.elheraldo.co/noticias/que-es-ser-costeno-171785
"El verdadero costeño se define por su alegría ante la vida". Juan Gossaín, periodista y escritor
Costeño no es el que más grita, ni el que mejor baila, ni el que se pone la camisa más estrepitosa y escandalosa del mundo. El ser costeño no se lleva por fuera sino por dentro, así lo afirma el periodista y escritor Juan Gossaín.
Asegura que ser costeño es una actitud ante la vida, una forma de ser, las características del costeño son muy distintas a esos estereotipos que se han creado.
Para Gossaín, el verdadero costeño se define por su alegría ante la vida y su actitud ante la desgracia.
Recuerda que en un seminario sobre el humor y la literatura en Colombia, Daniel Samper, William Ospina y Alberto Casas explicaban cómo es el humor bogotano:  un humor inteligente, preparado, planeado. Mientras, él dijo que el humor del costeño es una forma de quitarle solemnidad a los momentos más duros de la vida. “El humor es un arma contra la solemnidad”.
¿Qué hace el costeño frente a la poesía de la vida?, se pregunta Gossaín y él mismo responde: se sienta, escribe, compone canciones.
Otra importante diferencia es que el costeño ve el mar como parte de la vida. “El mar es el horizontal perfecto. Usted mira y no termina de mirar, porque no tiene límites. Un hombre que mira y no tiene límites ante sus ojos es una persona que puede imaginarse lo que quiera”.
EL COSTEÑO MÁS COSTEÑO. Afirma que el costeño más costeño que él ha conocido no solo no se ponía camisas de colorines, ni andaba por ahí gritando, “era el hombre más silencioso del mundo, tímido; además se vestía de negro con corbata y saco en el Caribe, y tocaba sinfonías clásicas en un violín”.
Ese costeño –dice– es Florentino Ariza, el personaje de Gabriel García Márquez en El amor en los tiempos del cólera. Enamoró a Fermina Daza vestido de negro, con un sombrero de paño negro, parecía un sepulturero, y llegaba al parquecito frente a la casa de Fermina Daza y le daba serenata de música clásica con el violín. “Y hay que ver las diabluras que ese hombre hacía en una cava, y era el que menos parecía”.
CARIBE SOY. Aunque el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española dice que el gentilicio de Caribe es caribeño, Gossaín, quien además es miembro de esa Academia,  considera que “esa palabra es horrible”. Y agrega que, la palabra “caribe” es adjetivo, sustantivo y gentilicio.
Recuerda que los indios no se llamaban indios caribeños sino Caribe, sin plural. “Somos Caribe, no caribeños”.
FLOJOS Y GRITONES. El periodista y escritor Juan Gossaín dice que lleva muchos años estudiando el prejuicio de que le llamen flojos y gritones a los costeños.
Al respecto explica que en el Caribe las distancias son mucho más cortas que en “la locura frenética que hay hoy en Bogotá”. En el Caribe todo queda cerca, la relación distancia-tiempo forma parte de la personalidad de la gente. La gente no tiene por qué correr desaforada, ahogándose a llegar a un sitio donde sabe que va a llegar con tiempo suficiente.
“A los que nos dicen flojos me gustaría verlos montados en la azotea de un edificio de Barranquilla trabajando de albañiles para que vean lo que es eso, o recogiendo algodón en el Cesar o en Córdoba a la una de la tarde en mitad del verano”, expresa.

Ese –dice– es un estereotipo infame, es un prejuicio, injusto y terrible, se reduce todo a que aquí no hay que correr enloquecido porque las distancias son menores.
NI MEJORES NI PEORES. Asegura que “los costeños no somos ni mejores ni peores que nadie. Aquí solemos creernos mejores que los otros, eso tampoco es verdad. Aquí creemos que somos los mejores bailarines, los que mejor escribimos, los que mejor componemos canciones, los que mejor las cantamos, esos son mitos. No somos ni mejores ni peores que nadie, somos distintos, que es mucho más importante”.
Gossaín deja en claro que tiene gran gratitud por el interior de Colombia, “en Bogotá pude hacer mi trabajo, me dieron cariño, afecto y hospitalidad”, pero estoy tratando de hacer justicia con las cosas”, y señala “nos diferenciamos en la relación con el idioma”.
Entonces rememora lo dicho por José Martí: “En el Caribe el lenguaje está hecho para que la gente sepa lo que uno está pensando”.
La relación del Caribe con el lenguaje es de confianza, contrario al interior del país, donde el lenguaje es una relación de respeto exagerado. “A veces oyéndolos se siente uno como si estuviera en la colonia española”, añade.
Aquí a veces se escucha a las señoras más encopetadas decir las cosas más insólitas con la mayor naturalidad del mundo, porque aquí la relación con el lenguaje es familiar, entrañable, amigable, sostiene.
Los campesinos del Caribe colombiano en las regiones áridas de La Guajira o en los campos de la Sabana de Sucre y Córdoba tienen un lenguaje que es absolutamente distinto. “He oído a campesinos en mi tierra, en San Bernardo del Viento, en Córdoba, de donde soy oriundo a mucha honra, y parece que estuviera leyendo a Don Quijote de la Mancha, o a Quevedo, hablar un español antiguo muy bello”.
Precisa que hay todo un diccionario de palabras que son distintas no solo a las que se usan en el interior del país, sino a las que usa todo el que habla español.
Para Gossaín, la expresión “aguaitía”, de la que la gente de ciudades urbanas como Barranquilla y Cartagena se burla cuando oye a un campesino pronunciarla,” es lo más castizo, puro y bello del mundo”.
Y explica: aguaitía era el nombre castellano hace 600 años en España a las celosías o persianas de madera, que sirven para mirar de adentro hacia afuera. Ese acto de mirar por entre esas tablitas se llama aguaitar, las tablitas se llamaban aguaitía y todavía le llaman corroncho a una persona que habla ese español clásico.
En resumen, para el reconocido periodista tener alma Caribe es asumir una filosofía ante la vida, es saber que la vida no es tan solemne, que hay que tomarla con un poco de “espíritu festivo”.
MiniDiccionario
Avispao
Adj. Persona más maliciosa que otras, persona que trata de aprovecharse de las otras.

Boleta
1. Persona inclinada hacia lo exagerado y al exceso, identificable por una estética poco mesurada. 2. Dar. Exponerse demasiado en público.

Cambambera
f. 1. Mujer acostumbrada a inventarse situaciones llenas de presunción o vanidad infundada. 2. Persona que siempre está buscando plan.

Despiporrarse
Reventarse luego de una caída.

Empiñarse
Lograr ingresar a una rosca o grupo supremamente exclusivo.



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